El ataque más devastador a la ciudad de Santo Domingo lo
realizó en el año 1586 el inglés Sir Francis Drake (c. 1540 – 1596), llamado el
Draque por los españoles. Zarpó de Plymouth, ciudad inglesa situada en el Canal
de la Mancha, el 15 de septiembre de 1585 con una flota de 23 navíos y unos
2,300 soldados y marineros.
El buque insignia era el “Elizabeth Bonaventura”, y su
capitán Thomas Venner. El vicealmirante Martín Frobisher navegaba en el
“Primrose”, el contralmirante Francis Knollys en el “Leicester” y el teniente
general de las fuerzas de tierra Christopher Carleill en el “Tiger”.
Luego de saquear la ciudad de Santiago, en las islas Azores,
siguió con rumbo a las Indias Occidentales, con especial interés en la ciudad
de Santo Domingo donde esperaba encontrar la floreciente ciudad de que se
hablaba en Europa desde comienzos del siglo.
De 8 a 9 de la mañana del viernes 10 de enero de 1586, entró
en el puerto de Santo Domingo un barco de cabotaje y avisó haber visto la
víspera (el jueves 9 de enero) a varios barcos de vela fondeados en la Isla
Catalina (conocida en esos tiempos como Isla Santa Catalina). Luego pudieron
observar algunas velas hacia la Punta Caucedo. A medida que pasaba el día, se
observaron más barcos lo que alborotó a los habitantes de la ciudad aunque el Presidente
y los Oidores le dieron poca importancia al hecho al principio; pero las
autoridades se mantuvieron en observación y los vecinos en alarma.
Al filo de la medianoche, estando toda la ciudad en vela, a
la claridad de la luna se las vio aproximarse mucho al puerto: el susto creció,
hubo gran repiqueteo de campanas y alarde de armas de parte de los vecinos.
Pero luego las naves continuaron marcha, y la población se calmó, figurándose
cándidamente todos que los invasores pasaban de largo sin atreverse a
desembarcar al percibir las acciones en tierra.
Pero al amanecer del día 11 diez y ocho embarcaciones se
acercaron a la costa, desde la Punta Torrecilla hasta el Matadero; al principio
se creyó que las naves eran españolas. Las naves se retiraron y la gente pudo
ver dos o tres velas en la punta de Haina. Como a las cinco de la tarde
llegaron dos mensajeros de la boca de Haina con la noticia de que allí estaban
13 velas y que habían desembarcado 600 ó 700 hombres que ya se dirigían hacia
Santo Domingo.
La noticia del desembarco, y su magnitud, produjo pánico
entre los pobladores de la ciudad. Algunos habitantes decidieron resistir, se
proveyeron de municiones en la Fortaleza, organizaron las milicias formadas por
los vecinos y barrenaron tres barcos y una galera a la entrada del río, para
impedir el acceso al Ozama. Para combatirlos, al mediodía unos 30 jinetes
salieron de la plaza y les atacaron, pero tuvieron que retirarse ante el empuje
del enemigo.
La mayoría de los vecinos de Santo Domingo abandonó la
ciudad, llevándose el oro, las cosas de plata y las joyas. “Hubo un juicio en
la ciudad de las pobres señoras monjas y frailes, el mayor que se ha visto e
creo se verá en las Indias, e casi todos a pie por lodos a las rodillas
vinieron huyendo, e los mejores librados diez o doce en una carreta; e toda la
noche e aquel pedazo de tarde tuvimos bien que hacer en salir de la ciudad”. Se
dirigieron hacia el norte, a la región comprendida entre Guanuma y Peralvillo
(también conocido como Esperalvillo). El mayor contingente se instaló en el
ingenio La Jagua, propiedad de Antonio Pimentel.
El propio presidente de la Real Audiencia y capitán general
de la Isla, Don Cristóbal de Ovalle, se dio a la fuga acompañado por el capitán
Juan Melgarejo, alguacil mayor de la ciudad. Aparentemente tomaron un bote y se
dirigieron río arriba hacia el interior, hacia Peralvillo. De allí se
despacharon las primeras noticias destinadas a informar a las autoridades
españolas de Cuba y a la Corte de España sobre la invasión de Drake, a las
cuales se agregaron noticias enviadas desde Santiago y Bayajá.
La solitaria ciudad quedó con todo su abasto, abundante en
vinos, harinas y bizcochos, gallinas, puercos y carneros, con lo que los
invasores tuvieron luego alimento para muchos días; y en ropa y mercancía de
toda clase.
El sábado 11 de enero de 1586, las tropas inglesas,
comandadas por Carleill, tomaron posesión de la ciudad de Santo Domingo. La
Fuerza (actual Fortaleza Ozama) fue tomada el día siguiente, domingo 12. Los
que estaban en la fortaleza salieron de ella por unos caños.
Los ingleses instalaron su cuartel general en la Catedral,
que también usaron como cárcel y almacén. Solamente el bachiller Francisco
Tostado murió durante la toma de la ciudad, debido a un disparo hecho desde una
nave.
Los invasores esperaban recibir un precioso rescate por la
ciudad. Doscientos mil ducados pidió a cambio de la devolución de la ciudad,
que antes de ocuparla creía rica. Para dar mayor peso a su exigencia, iniciaron
la demolición y el incendio sistemático de la ciudad, llegando a destruir una tercera
parte de ella, quemando y saqueando las iglesias de Santa Bárbara, de la
Merced, Regina, San Francisco y Santa Clara, perdiéndose además los valiosos
archivos de la más antigua ciudad de las Indias.
Ovalle entabló negociaciones para el rescate pacífico de la
ciudad, enviando a ella una comisión, la cual permaneció allí tres días
negociando. Finalmente Garci Fernández de Torrequemada, a nombre de los
vecinos, convino en que se pagarían 25,000 ducados.
Para pagar el rescate todos los moradores que estaban en
condiciones de hacerlo contribuyeron con dinero, etc., despojándose las damas
de sus joyas y prendas, todo lo cual se pesaba en balanzas ex profeso
instaladas, una de las cuales funcionó en la Casa del Cordón.
Cuando se terminó de pagar el rescate, los ingleses se
retiraron, el 10 de febrero, al mes de haber desembarcado y capturado la
ciudad. Además del rescate pagado, Drake consiguió llevarse las campanas de las
iglesias, la artillería de la Fortaleza y los cueros, azúcares y cañafístolas
que encontró en los depósitos del puerto y en otros almacenes así como los
navíos que no se habían quemado y dejaron a Santo Domingo sumido en la
destrucción y la pobreza, convertido en un montón de ruinas, con sus templos
profanados y pillados.
Lentamente regresaron a ella autoridades y vecinos; y su
vida habitual tardó bastante en rehacerse. Aparte del bachiller Tostado,
solamente hubo que lamentar la muerte de dos dominicos: Juan de Zaravia,
sacerdote, y Juan Illanes, lego. Ambos fueron ahorcados en la actual Plaza
Duarte “en represalia por haber sido atropellado un negrito mensajero” del
capitán invasor. En memoria de los religiosos muertos, la actual calle Duarte
se denominaba “Calle de los Mártires”.
De Santo Domingo, Drake siguió hacia Cartagena de Indias, la
cual incendió, y al puerto de San Agustín, en la Florida, al que dejó
destruido. Regresó a Plymouth el 28 de julio de 1586, “después de una campaña
de diez meses, en la que causó a los españoles pérdidas que se evalúan en unas
600,000 libras esterlinas”.
Este asalto demostró a los ingleses y a otros enemigos de
España en Europa que el imperio español era siendo vulnerable. A los españoles
este asalto les demostró que si no ejecutaban una política de reforzamiento
militar de sus principales puertos en el Caribe su imperio corría peligro de
ser desarticulado en el futuro.
Por ello, la Corona estableció un sistema de avisos o
paquebotes (buques de alarma) encargados de mantener una efectiva comunicación
entre la Península y las Indias. Invirtió grandes sumas en las fortificaciones
de La Habana, San Juan (que entonces se llamaba Puerto Rico mientras que la
isla era conocida como la isla de San Juan) Cartagena de Indias, Portobelo,
Veracruz y San Agustín de la Florida. Santo Domingo ya había perdido importancia,
pues el Continente era la gran fuente de la riqueza del Imperio y todo el
sistema de defensa se concentró en proteger los puertos y las rutas de las
flotas.
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